- Es un diálogo íntimo con Dios que fortalece el alma.
- Es una renovación a partir de Dios.
- Es arrojarnos a los pies del Señor, buscando que su poder cambie dramáticamente las circunstancias que nos rodean, sobre las cuales generalmente no tenemos ningún tipo de control.
- Abre los canales para la acción de Dios, para que él intervenga y obre milagros, para que cambie el destino de las naciones y el rumbo de la historia, para transformar radicalmente la manera en que ocurren las cosas.
- Es un arma poderosa, porque nosotros somos débiles, pero Él es fuerte, nosotros somos ignorantes, pero Él es sabio, nosotros somos frágiles, pero Él es fuerte, nosotros no podemos, pero a Él todo le es posible.
- Es acercarnos a Dios con el convencimiento y la fe de que el oye, responde y actúa.
- Nos libra de la angustia. Sal 34. 15, 17
- Nos acerca a Dios. Sal. 50. 15.
- Nos fortalece la relación. Is 65. 24
- Nos une a Dios. Jer. 29. 12-13
- Nos permite conocer a Dios. Jer. 33. 2-3
- Nos produce unidad. Mt. 18. 19-20.
- Nos asegura la respuesta de Dios. Mt. 7, 7-11.
- La oración mueve montañas. Mc. 11. 23-26
- La oración nos asegura el Espiritu del Padre. Lc. 11. 9-13
- Nos produce gozo. Jn. 16. 24
- La oración intercesora es poderosa. Sant 5. 16
- La oración es un canal de comunicación con Dios. 1° Ped 3. 12.
Finalidad de
la oración
- Adorar a Dios, como Creador, como Señor, reconocerlo como nuestro principio y único fin y adorarlo.
- Agradecerle todos los beneficios que de él
hemos recibido durante la vida.
Pedirle favores. Dios quiere que sintamos necesidad de Él, para que nos orientemos a Él con confianza. - Pedir perdón por todas las deficiencias en su servicio y por las ofensas.
- Ofrecerle lo que somos. En la base de toda oración está siempre el concepto de ofrenda.
Las dificultades de la oración
Las distracciones son las dificultades más comunes en la oración. A
pesar de los esfuerzos, la imaginación se pone a volar.
Apenas uno comienza a orar y a meditar, vienen a la mente miles de cosas
pendientes.
En ese momento parece que cualquier otra cosa es más importante.
Otra dificultad es la aridez espiritual, por la que el corazón parece
insensible a las realidades espirituales.
Es el momento para aplicar la fe y permanecer con Jesús en el apostolado
o acompañar a Cristo en el huerto de los olivos. “Si el grano de trigo no cae
en tierra y muere, no puede dar fruto” (Jn, 12,24).
Debemos distinguir la aridez de la pereza. Con la pereza no hay lucha
espiritual, no se recoge el alma. La persona huye del esfuerzo, se duerme, se
asoma por la ventana... Esta situación deriva en la acedia.
Otra dificultad es la rutina o tibieza de alma. Con ella el alma va a la
oración sin entusiasmo, sin fervor, parece la tarea más árdua.
En la oracion hay que meter toda la persona: imaginación, sentimientos,
corazón, voluntad e inteligencia. No es un tratado de teología, sino una
experiencia con Dios.
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